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miércoles, 27 de febrero de 2008

Tres deseos

Un pescador muy pobre echó al mar su red y sacó un hermoso pez dorado.

"Por lo menos tengo algo para cenar junto a mi mujer", -se dijo contento.

Pero este era un pez mágico y por lo tanto podía hablar:

-"¡No me mates, no me mates!. Yo soy el rey de todos los peces y tengo poderes. Si me liberas te concederé tres deseos, lo que tú y tu mujer quieran lo podrán obtener".

Pasada su sorpresa inicial, el pescador decidió creer, y devolvió al mar a aquel maravilloso pez.

Al llegar de regreso a su choza, feliz dijo a su mujer:
-"El rey de los peces nos ha concedido tres deseos, mujer; todo aquello que queramos se nos realizará!".

-"Que bueno", -dijo la esposa, y agregó:
"Con el hambre que tengo... ¡que aparezca una rica salchicha en mi mesa!".

Y su deseo se cumplió.
-"¡Pero qué has hecho, mujer estúpida! ¡Has gastado todo uno de los tres deseos en una tontería, pudiendo haber pedido ser la dueña de diez fábricas de salchichas!... ¡Por idiota me gustaría que esa salchicha se pegase en tu nariz!".
Y naturalmente, así sucedió.

Y no hubo forma de despegarla sin torturar a la mujer, así que obligatoriamente el tercer deseo consistió en que aquella salchicha desapareciese para siempre de sus vidas, y así fue, y después de todo, el pescador y su mujer no obtuvieron nada.



Moraleja: ¿Qué ponemos en nuestra mágica pantalla mental cada día?
¿Que se nos solucione alguna calamidad? ¿Y qué habíamos puesto en nuestra imaginación antes?
¿... Y qué vas a poner tú en tu mente de ahora en adelante...?

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Curicó, Chile
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